Pàgines

Total de visualitzacions de pàgina:

dimecres, 14 de desembre del 2011

Artículo redactado por un funcionario del Grupo A-1

**Resulta que en la década prodigiosa del pelotazo, cuando media España se
lo llevaba caliente a casa, cuando un encofrador sin estudios se embolsaba
tres mil euros, cuando hasta el último garrulo montaba una constructora y
en connivencia con un par de concejales se forraba sin cuento, cuando un
gañán que no sabía levantar tres ladrillos a derechas se paseaba en Audi,
los funcionarios aguantaban y penaban. Nadie se acordaba de ellos. Eran los
parias, los que hacían números para cuadrar su hipoteca, hacer la compra en
el Carrefour y llegar a fin de mes, porque un nutrido grupo de compatriotas
se estaba haciendo de oro inflando el globo de la economía hasta llegar a
lo que ahora hemos llegado.**

Y ahora que el asunto explota y se viene abajo, la culpa del desmadre. es
de los funcionarios. Los alcaldes, diputados y senadores que gobiernan la
cosa pública a cambio de una buena morterada no son responsable de nada y
nos apuntan directamente a nosotros: somos demasiados, hay que
ultracongelarnos, somos poco productivos. Los responsables bancarios que
prestaron dinero a quienes sabían que no podrían devolverlo tampoco se dan
por aludidos. Todos los intermediarios inmobiliarios, especuladores, amigos
de alcalde y compañeros de partida de casino de diputado provincial no
tenían noticia del asunto. Nosotros sí. Como diría José Mota: ¿Ellos? No.
¿Nosotros? Si. Siendo así que ellos? No. Por tanto, nosotros? Si.

La culpa, según estos preclaros adalides de la estupidez, es del juez,
abogado del estado, inspector de hacienda, administrador civil del estado
que, en lugar de dedicarse a la especulación inmobiliaria a toca teja, ha
estado cinco o seis años recluido en su habitación, pálido como un vampiro,
con menos vida social que una rata de laboratorio y tanto sexo como un
chotacabras, para preparar unas oposiciones monstruosas y de resultado
siempre incierto, precedidas, como no podía ser de otra forma, de otros
cinco arduos años de carrera. Del profesor que ha sorteado destinos en
pueblos que no aparecen en el mapa para meter en vereda a benjamines que
hacen lo que les sale de los genitales porque sus progenitores han abdicado
de sus responsabilidades. Del auxiliar administrativo del Estado natural de
Écija y destinado en Barcelona que con un sueldo de 1000 euros paga un
alquiler mensual de 700 y soporta estoicamente que un taxista que gana 3000
le diga joder, que suerte, funcionario.

La culpa es nuestra. A poco que nos descuidemos nosotros los funcionarios
seremos el chivo expiatorio de toda una caterva de inútiles, vividores,
mangantes, políticos semianalfabetos, altos cargos de nombramiento digital,
truhanes, pícaros, periodistas ganapanes y economistas de a verlas venir
que sabían perfectamente que el asunto tarde o temprano tenía que petar,
pero que aprovecharon a fondo el momento al grito de mientras dure dura! y
que ahora, con esa autoridad que da tener un rostro a prueba de bomba, se
pasan al otro lado del río y no sólo tienen recetas para arreglar lo que
ellos mismo ayudaron a estropear, sino que, además, han llegado a la
conclusión de que los culpables son... tachan...los funcionarios.

Soy funcionario. Y además bastante recalcitrante: tengo cinco títulos
distintos. Ganados compitiendo en buena lid contra miles de candidatos. ¿Y
saben qué? No me avergüenzo de nada. No debo nada a nadie (sólo a mi
familia, maestros y profesores). No tengo que pedir perdón. No me tocó la
lotería. No gané el premio gordo en una tómbola. No me expropiaron una
finca. No me nombraron alto cargo, director provincial ni vocal asesor por
agitar un carnet político que nunca he tenido.

Aprobé frente a tribunales formados por ceñudos señores a los que no
conocía de nada. En buena lid: sin concejal proclive, pariente político,
mano protectora ni favor de amigo. Después de muchas noches de desvelos,
angustias y desvaríos y con la sola e inestimable compañía de mis santos
cojones. Como tantos y tantos compañeros anónimos repartidos por toda
España a los que ahora algunos mendaces quieren convertir, por arte de
birli-birloque, en culpables de la crisis.